UN MATRIMONIO PARA TODA LA VIDA
No puede suceder lo mismo con una pareja cristiana, en donde Dios debe ocupar el primer lugar en la vida de ambos integrantes y Él está en contra del divorcio: “Yo aborrezco el divorcio —dice el Señor, Dios de Israel—, y al que cubre de violencia sus vestiduras, dice el Señor Todopoderoso.” (Malaquías 2:16) Cuando surgen problemas entre una pareja cristiana, lo primero que tienen que pensar es en el perdón y la restauración.
Solo si existiera una causa como el adulterio, o abandono de la pareja, se puede pensar en el divorcio, siempre y cuando el cónyuge no sea creyente: “Sin embargo, si el cónyuge no creyente decide separarse, no se lo impidan.
En tales circunstancias, el cónyuge creyente queda sin obligación; Dios nos ha llamado a vivir en paz.” (1 Corintios 7:15) Pero aunque la Biblia solo menciona estas causas, se sobre entiende que Dios no obligaría a una mujer a permanecer con un marido que la maltrate física o emocionalmente a ella o a sus hijos.
En casos así o de alguna adicción, la separación es aceptable, pero considerando un tiempo de espera, para el arrepentimiento y restauración del matrimonio, si es que esto se da, porque Dios quiere lo mejor para nosotros, que es una vida plena y feliz. En el mundo, hay cientos de libros y revistas que dicen tener la clave para tener un matrimonio duradero, y dan buenos consejos, pero ninguno menciona la verdadera clave para un matrimonio feliz y esa clave es el principio de la sabiduría, que es el temor de Dios.
La pareja que tiene temor (respeto) de Dios, obedece a Dios, y la obediencia a Dios es garantía de paz y armonía. La Biblia contiene mandamientos explícitos para el esposo y para la esposa, si ambos cumplen esos mandamientos, todo irá bien. Dios, en Su Palabra, compara la relación de un hombre y una mujer, dentro del matrimonio, con Cristo y su iglesia.
Cristo se entregó a sí mismo por su iglesia, para honrarla, amarla y protegerla (Efesios 5:25) como un esposo perfecto ¡Qué ejemplo de fidelidad más genuino que el de Jesús!
Cuando hablamos del matrimonio, siempre hacemos notar que fue instituido por Dios, en el Edén. “Serán una sola carne”, les dijo a Adán y a Eva, pero con esto no se estaba refiriendo solo a su unión física.
El matrimonio va más allá de eso, implica una unidad emocional y física, pero también una unidad espiritual entre los miembros de la pareja y esto solo es posible si ambos se sujetan a Dios. Mientras más sólida sea la relación de ambos cónyuges con Dios, más sólido será su matrimonio y perdurará con amor, paz y gozo, hasta que la muerte los separe.
Escrito por: Angélica García Sch.
Para: www.mujerescristianas.org
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