lunes, 30 de marzo de 2015

EN EL POZO DE LA DESESPERACIÓN

en el pozo de la desesperacion

“Pacientemente esperé a Jehová, Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor.
Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso;
Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos.”
Salmos 40:1-2

Cierta tarde, una pequeña cabrita se separó de sus congéneres de la granja y se fue a caminar por el campo. El animalito caminó y caminó entre la hierba, sin rumbo fijo. La tarde avanzaba y el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, hasta que se hizo de noche. Entonces la cabrita se sintió muy asustada y quiso regresar a la granja con los suyos, pero no podía ver nada en medio de la oscuridad. Se había alejado mucho y ahora no sabía qué camino tomar para regresar. Se sintió desesperada y comenzó a correr de aquí para allá, cuando de pronto sintió que no había nada bajo sus patitas y se dio cuenta de que estaba cayendo. Aterrorizada gritó pidiendo auxilio, pero no había nadie en las cercanías que la pudiera escuchar. Pensó que iba a morir, pero súbitamente cayó sobre suelo firme. Se sintió un poco adolorida por el golpe, pero aliviada de no seguir cayendo. No sabía dónde estaba, pensó que había caído a un barranco. Trató de trepar sin conseguirlo, pero siguió intentándolo toda la noche. Por la mañana, la pequeña cabrita estaba exhausta, pero por fin pudo ver una luz. La luz provenía de arriba y se dio cuenta de que donde había caído no era un barranco, sino un viejo pozo seco. Se daba cuenta de que no iba a conseguir salir de allí por sus propias fuerzas y que lo único que podía hacer era esperar a ser rescatada.

Quizá alguna vez te has encontrado en una situación parecida a la de esta pequeña cabrita… quizá ahora mismo te encuentras en graves problemas y estás cayendo en el pozo de la desesperación. De repente se hizo de noche y te sientes perdida. Has estado tratando de solucionar ese problema en tus propias fuerzas, pero no has hallado la salida. Sientes que estás en el fondo de ese pozo seco, en medio de la oscuridad y no hay nadie quien te ayude. Cuando nos alejamos de Dios, perdemos el rumbo de nuestras vidas. Nos internamos en un camino áspero, lleno de tropiezos y vamos dando vueltas en círculo, sin llegar a ninguna parte. Nos caemos y nos queremos levantar gracias a nuestros propios esfuerzos, sin dejar que Dios nos ayude. Según avanzan las horas, poco a poco se empieza a hacer de noche y ya no podemos ver nada. Mientras más nos alejemos de Dios, más oscuridad nos rodeará porque la ausencia de Dios es ausencia de luz. Estaremos como dentro de un pozo del que no podremos salir. Entonces vendrá la desesperación y la angustia, porque donde Dios no está, tampoco hay esperanza. La única salida, cuando te encuentras en la profundidad de un pozo, se encuentra arriba. Asimismo, arriba está la solución a todos nuestros problemas: “Así que no se preocupen diciendo: "¿Qué comeremos?" o "¿Qué beberemos?" o "¿Con qué nos vestiremos?" Porque los paganos andan tras todas estas cosas, y el Padre celestial sabe que ustedes las necesitan. Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas. Por lo tanto, no se angustien por el mañana, el cual tendrá sus propios afanes. Cada día tiene ya sus problemas.” (Mateo 6:31-43 NVI)

Los baches de la vida sirven para aprender a depender de Dios. Muchas veces Él permite que nos alejemos y vaguemos por caminos desconocidos, para que nos demos cuenta de que sin Él no llegaremos a ninguna parte. Lo importante es que como la cabrita de la historia, reconozcamos que la única salida a nuestros problemas se encuentra allá arriba, desde donde viene la luz. Pero debemos tener paciencia, la ayuda puede tardar un poco, quizá porque necesitamos permanecer un tiempo más en el pozo, a oscuras, para reflexionar sobre nuestra conducta o sobre lo que hay en nuestro corazón.
Es en medio de los problemas cuando se nota lo cerca o lo lejos que se encuentra una persona de Dios. Una persona que busca la salida a sus problemas, confiando en sus propias fuerzas, se desespera y se desanima, no está confiando en un Dios que todo lo puede, lo está dejando afuera de su vida. No piensa en Él ni cuando se encuentra en dificultades. Esta persona se encuentra en el fondo de un pozo sin siquiera saberlo, un pozo en donde no hay ninguna luz arriba y por lo tanto no hay ninguna salida.

¿Y qué de aquellas personas que dicen creer en Dios, pero solo se acuerdan de Él cuando se encuentran en dificultades? Estas personas piensan que Dios es como un pozo de los deseos, donde tiran una moneda y el deseo les es concedido. La bondad y misericordia de Dios no tiene precio, no se paga con nada. De nada les sirve clamar a Dios con todas sus fuerzas, levantando las manos o yéndose de rodillas hasta algún lugar o hacer sacrificios, pero nada de esto quiere Dios. Él no quiere sacrificios, sino obediencia. Cuando Dios nos ayuda, lo hace por su pura gracia. Tener un Dios por conveniencia es producto de una fe nula.

Otras personas se acuerdan de que Dios existe para culparlo de sus desgracias o para hacerse las víctimas: “Es voluntad de Dios que yo tenga que padecer en esta vida”… Dios no quiere que nadie padezca la vida, sino que la disfrute: “…yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia.” (Juan 10:10 b) Una vida plena es la que Dios quiere para cada uno de nosotros. Sin embargo, muchos piensan que el llevar una vida de sufrimiento los hace merecedores del cielo, pero nada más lejos de la verdad. Hay un solo camino al cielo y éste se llama Jesucristo.

Finalmente, el que una persona esté cerca de Dios, no garantiza que nunca caerá al pozo, pero ella sabe que si cae, no lo hará sola, tiene la certeza de que la ayuda llegará en el momento propicio y esperará calmadamente a que ésta llegue, porque sabe que Dios nunca la abandonará. La verdadera fe se manifiesta en las buenas y en las malas y nuestra actitud hacia Dios debe ser la misma cuando estamos bien que cuando estamos pasando por dificultades.

Si hoy sientes que te encuentras en el fondo de un pozo y no sabes cómo salir, mira hacia arriba, pero no dejes de hacerlo cuando ya estés afuera, no seas un creyente por conveniencia ni finjas una fe que no tienes. Busca a Dios, conócelo, ámalo, mantente cerca de Él y comprobarás que con Él estarás siempre segura.
Escrito por: Angélica García Sch.
Para: www.mujerescristianas.org

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